¿A qué juega Barcelona? ¿Dónde está ese equipo arrollador que se prometió a comienzos de temporada? ¿Por qué no tiene elaboración de juego? Estas y muchas otras preguntas son las que surgen tras once meses de un nuevo proceso comandado por el técnico argentino Fabián Bustos, que llegó lleno de optimismo luego de haber conseguido un histórico campeonato con Delfín, en 2019. Estamos claros de que ese equipo cetáceo no era el que mejor jugaba, pero supo hacerlo rendir, y que en Barcelona, con un mayor presupuesto que le permitió armar una plantilla competitiva para disputar torneo local e internacional (Copa Libertadores), el entrenador iba a mostrar su mejor cara. Aunque al día de hoy, la realidad es otra.

El viernes, luego de la dolorosa derrota en el campo de Olmedo, que le costó al elenco torero perder la punta del campeonato (está igualado a 10 unidades con Liga de Quito, pero los albos tienen mejor gol diferencia), Bustos ni si quiera se presentó a la rueda de prensa. Se informó desde el departamento de prensa del club amarillo que debido a que la delegación debía estar hasta antes de las 00:00 (del sábado) en el aeropuerto de Latacunga, y que trasladarse por vía terrestre desde Riobamba tardaría alrededor de dos horas, lo tiempos no daban para que el entrenador acuda a la rueda de prensa. Si este tema logístico ya se sabía, ¿por qué no lo avisaron con antelación? ¿para qué los colegas se inscribieron a la rueda de prensa? Fue una total falta de respeto con el periodismo, pero sobre todo con el hincha de Barcelona, que esperaba y que merece explicaciones por el mal rendimiento de su equipo en la temporada.

Para esta campaña se incorporaron al plantel varios refuerzos, supuestamente de jerarquía. Unos que venían de ser campeones con Delfín y Bustos conocía a la perfección, el paraguayo Williams Riveros y el uruguayo Bruno Piñatares, que tienen un rendimiento muy por debajo de lo que se espera de quien viste la camiseta torera. Muy lentos, con tendencia a perder en el mano a mano ante jugadores más veloces con cambios de ritmo rápidos y ambos carentes de salida limpia y hacia adelante. Otros que llegaron, con el aval de la dirigencia y con el visto bueno del técnico, son Sergio Quintero, Gustavo Vallecilla, Santiago Micolta, figuras con la sub-20 de Jorge Célico, pero intrascendentes en Barcelona. Su estancia se resume en escasos minutos para la Máquina y Micolta, y de bajo nivel para Vallecilla y Bryan Rivera. Por otro lado aparece el paraguayo Cristian Colmán, quien al parecer, solo llegó para hacerle un gol a Emelec que sirvió para ganar el primer Clásico del Astillero del 2020.

A media temporada la dirigencia resolvió desprenderse de varios futbolistas que nunca encontraron espacio en el primer equipo: Edder Cetré, Ely Esterilla, Anthony Bedoya, entre otros que pasaron sin pena ni gloria. Y llegaron nuevos para supuestamente potenciar el grupo, como José Angulo, Jefferson Orejuela y retornó Michael Arroyo; aún seguimos esperando que todos ellos marquen la diferencia en el campo y que pasen menos tiempo fuera del terreno por problemas médicos o físicos. Solo Nixon Molina ha dado la talla, para sorpresa de muchos aunque, curiosamente, no es titular.

Todavía se espera también al 'goleador' Jonatan Álvez, que solo ha marcado dos tantos en el campeonato y ha pasado más tiempo lesionado que en el terreno. Recientemente, el uruguayo salió de la convocatoria para el partido contra Olmedo, por indisciplina. En el pasado quedó aquel delantero aguerrido y clave para la obtención del título del 2016 y la clasificación a semifinales de Libertadores alcanzada en 2017.

El inicio fue halagüeño. Barcelona logró superar las tres rondas preliminares de la Libertadores -para meterse así en la fase de grupos- convirtiéndose en el primer club en lograrlo. Fue superior a rivales como Progreso, Sporting Cristal y Cerro Porteño, aunque evidentemente -por lo observado luego- muy lejos de poder ser considerados equipos competitivos pero que de todas maneras mostraron falencias en el elenco torero. De seis partidos en esa etapa Barcelona ganó cinco y perdió uno, marcó 15 goles y recibió tres.

Llegó la prueba de fuego: la fase de grupos. Integró la llave A con Flamengo (vigente campeón de América), Independiente del Valle (monarca reinante de la Sudamericana) y Junior (campeón de Colombia). Si bien es cierto que era difícil pensar en una clasificación a octavos, teniendo en cuenta que los amarillos eran un equipo nuevo, esta etapa desnudó a Barcelona y le dio un baño de realidad. Perdió los tres partidos de local, perdió sus primeros cuatro encuentros por primera vez en la historia del club en la Copa, recibió 12 goles y apenas anotó cuatro; es una de las peores participaciones de Barcelona en la Libertadores. ¿Las lesiones y expulsiones de jugadores importantes influyeron? Tal vez, pero de este equipo se esperaba un mejor papel en el grupo y que al menos terminara tercero para conseguir el premio consuelo a la Sudamericana.

No obstante, hubo algo que se comenzaba a convertirse en una tendencia: el mal juego del equipo. Un plantel incapaz de elaborar juego, inconexo entre sus líneas, que la mayor parte del tiempo termina jugando al pelotazo, que promediando los 60 minutos ya no tiene arresto físico. Que jugando en su estadio ante un equipo alterno de Delfín y ganando 1-0, saca a su delantero para colgarse del travesaño para “no perder” en lugar de buscar ampliar la diferencia, como lo demanda la historia del club. Que juega con un doble pivote de marca en la mitad de cancha, línea que no participa en la elaboración porque el pelotazo surge desde atrás en busca de los delanteros, o de provocar algún rebote y a partir de allí crear juego.

Se dice que Barcelona es ofensivo porque Bustos ordena el ingreso de atacantes en reemplazo de defensores cuando va perdiendo, pero pregunto: ¿de qué sirve echar más condimentos a la comida si no se sabe cómo prepararla?

Se recomienda tener paciencia porque es un proceso y estos tardan en surtir efecto, pero lo que se ve de este Barcelona es un equipo a la imagen y semejanza de su DT, el mismo que fue contratado en 2011 por Deportivo Quito para ser campeón con una gran plantilla, pero que fue despedido por quedar lejos del objetivo. Si la mano del técnico ya está en el equipo, no ha bastado.

Y al exequipo de Bustos llegó el español Miguel Ángel López para reemplazarlo. Este fue cesado y lo sustituyó Carlos Ischia, también fue despedido. Arribó Miguel Zahzú y en poco tiempo le dio identidad al Delfín y, sobre todo, lo clasificó a octavos de final de Copa Libertadores por primera vez en la historia de la entidad de Manta. Superó un grupo complicado con Santos, Olimpia y Defensa y Justicia. Bustos tiene 11 meses en Barcelona y nada a cambiado respecto al pasado reciente.

Sin embargo, con la calidad de plantilla con la que cuenta Barcelona hay opciones para pelear por el título del torneo local y de no lograrlo, aún sin estar participando en doble competencia como dos de sus rivales directos (Liga de Quito e Independiente del Valle), sería un rotundo fracaso. Quedan diez fechas y aunque Barcelona comparte el liderato, las sensaciones no son las mejores. Incluso, tras no superar una “prueba de fuego” ante su potencial adversario en la final. A Liga de Quito, ganador de la primera etapa, no le pudo ganar en el 2020, porque la campaña arrojó una derrota de visita y un empate de local (los toreros les ganaba 2-0 a los azucenas, pero por decidir encerrarse bajo los palos lo igualaron a 2). Barcelona no pudo ganar un partido que "estaba controlado" según lo declarado por Bustos en rueda de prensa, en la que también se quejó de un penal no sancionado sobe Byron Castillo.

¿Seguirán siendo los malos resultados culpa de los árbitros? ¿De las lesiones? ¿De las expulsiones tontas de jugadores? Se podrá estar o no de acuerdo con esta opinión, pero si hay algo seguro es que cada vez le queda menos tiempo a Barcelona. (O)

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